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Cristo, El pan de Vida


"Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día." Juan 6, 54. Estas fueron las palabras condenatorias de los que buscaban cualquier pretexto para enjuiciar a Jesus...Cristo está hablando a los escribas y fariseos, quienes supuestamente basaban su vida en la Biblia. Jesús afirma que el mensaje de las Escrituras es Él: "Ellas son las que dan testimonio de mí..." Por eso les reprocha: "Pero no queréis venir a mí para tener vida". Es decir, aceptaban la Biblia que habla de Cristo, pero rechazaban a Cristo mismo.


En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo has venido aquí? Jesús les contestó: Os aseguro que me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios…Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida, el que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed. ( Jn 6, 24-35)


Invitando a las gentes a descubrir lo que evoca la acción milagrosa de la multiplicación, Jesús indica que no precisan un realizador de milagros, sino ganarse la salvación: lo único que cuenta es el seguir a Cristo; han comido un alimento perecedero, pero, hay otro alimento que da la vida eterna. La gente pide a Jesús un aval, una garantía de lo que acaba de decir, a semejanza de lo que hizo Moisés con sus antepasados: Jesús responde afirmando que el sello de garantía del pan lo pone el Padre. Ante tal garantía, la gente no tiene más que una petición: “Danos siempre de ese pan”. Llegamos al momento culminante del diálogo: “Yo soy el pan de vida”. El que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed; el autor quiere decir que sólo Jesús es el alimento que lleva el sello de garantía. El trabajo que Dios quiere que hagáis es que creáis en el que El ha enviado. Trabajar en lo que Dios quiere no es trabajar en conocer mejor la Ley, sino en conocer mejor a Jesús y en adherirse a él.


El sello de garantía de Dios no lo tiene la Ley, lo tiene Jesús. Conocer y adherirse a Jesús es haber encontrado el alimento que sacia el hambre y la bebida que apaga la sed. Jesús, sin responder la pregunta que le hacen, echa en cara a sus interlocutores que le buscan, porque les ha dado de comer, pero no porque hayan entendido el significado de la multiplicación de los panes. Han comido, pero no “han visto el signo”; han recibido pan hasta saciarse, pero no han aprendido nada. Ahora bien, lo que alimenta de verdad y lo que da vida es la palabra de Dios. Este es el pan verdadero.



La verdad de Jesuscristo


El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10)."El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "El se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5): CIC457


Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, or. catech. 15).


"En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dio s al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).


Cristo es verdadero hombre. ¡Qué importante es aplicar esta verdad a nuestra vida! Él me acompaña en los momentos más alegres de la vida, como en la boda de Cana o en la fiesta que organizó el fariseo. Intuye mi dolor, como lo hizo con la madre viuda que había perdido su hijo. Llora con mis tristezas, como lloró la muerte de Lázaro. Entiende mis tentaciones, pues él las experimentó en el desierto. Comprende mi rebeldía ante la voluntad del Padre, ya que él también experimentó en Getsemaní lo duro de los planes del Padre. Me alienta ante los sentimientos de soledad afectiva, pues en la cruz él supo lo que significa sentirse abandonado del amor del Padre. En verdad, ¡qué paz, serenidad y felicidad alcanzará nuestra conciencia si tenemos presente que Jesucristo es hombre como y con nosotros! Eso sí, excepto en el pecado.


Cristo se presenta con un rostro doliente y a la vez con un rostro resucitado. Esta doble característica comporta una especial importancia para la vida. "Para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el rostro del hombre, sino cargarse incluso del ´rostro´ del pecado" (n.25). Esta expresión del Papa es verdaderamente fuerte.


Jesucristo no tuvo pecado, pero experimentó el dolor del pecado, una experiencia que duró unos momentos para dar paso a la felicidad de la resurrección. De modo similar, en nuestra vida el pecado ofrece un placer pasajero pero el mal permanece; en cambio, un acto bueno exige un sacrificio pasajero pero el bien queda. Por lo tanto no tengamos miedo al sufrimiento que comporta la vida recta pues el dolor pasará pero el bien permanecerá. (P. Juan Carlos Ortega )




Porqué en Jesucristo? ¿Quien es?


Los cristianos confesamos que Jesús es el Cristo. Muy pronto las dos palabras de esta confesión de fe "Jesús" y Cristo", se fundieron en una. Jesucristo, con la que desde los tiempos del Nuevo Testamento venimos nombrando a Jesús. Jesús quiere decir en hebreo "Dios salva". En su nombre está su identidad y su misión. En efecto, a lo largo de todo el Antiguo Testamento se repite la promesa de que Dios mismo, en persona, salvará definitivamente a su pueblo y a toda la humanidad. Mesías quiere decir "ungido". En Israel eran ungidos en nombre de Dios los elegidos los consagrados por el Señor para ejercer una misión señalada en su pueblo. Eran ungidos los reyes y los sacerdotes. Muy excepcionalmente lo eran los profetas.


"Y el Verbo se hizo carne, y acampó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14) La Encarnación es un acontecimiento que tuvo lugar en un tiempo determinado de la historia, pero su origen está absolutamente más allá de todo el universo. Ha sucedido una única vez y para siempre. Dios: se ha unido a través de su Hijo definitivamente con el hombre y con su creación. Dios no dejará de ser nunca "Dios con nosotros".


Nosotros creemos y confesamos que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén en el tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador César Augusto; de oficio carpintero, muerto crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato, durante el reinado del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, que ha "salido de Dios" (Jn 13, 3), "bajó del cielo" (Jn 3, 13; 6, 33), "ha venido en carne" (1 Jn 4, 2), porque "la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad... Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia" (Jn 1, 14. 16). CIC 423...


El nombre de Jesús, dado por el ángel en el momento de la Anunciación, significa “Dios salva”. Expresa, a la vez, su identidad y su misión, “porque él salvará al pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). Pedro afirma que “bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos” (Hch 4, 12).


“Cristo”, en griego, y “Mesías”, en hebreo, significan “ungido”. Jesús es el Cristo porque ha sido consagrado por Dios, ungido por el Espíritu Santo para la misión redentora. Él es el Mesías esperado por Israel y enviado al mundo por el Padre. Jesús ha aceptado el título de Mesías, precisando, sin embargo, su sentido: “bajado del cielo” (Jn 3, 13), crucificado y después resucitado, Él es el siervo sufriente “que da su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28). Del nombre de Cristo nos viene el nombre de cristianos.


Jesús es el Hijo unigénito de Dios en un sentido único y perfecto. En el momento del Bautismo y de la Transfiguración, la voz del Padre señala a Jesús como su “Hijo predilecto”. Al presentarse a sí mismo como el Hijo, que “conoce al Padre” (Mt 11, 27), Jesús afirma su relación única y eterna con Dios su Padre. Él es “el Hijo unigénito de Dios” (1 Jn 4, 9), la segunda Persona de la Trinidad. Es el centro de la predicación apostólica: los Apóstoles han visto su gloria, “que recibe del Padre como Hijo único” (Jn 1, 14).






Hasta donde SomoS ATEOS... La IRONIA de nuestra sociedad


Religión es un elemento de la actividad humana que suele componerse de creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenatural. Se habla de «religiones» para hacer referencia a formas específicas de manifestación del fenómeno religioso, compartidas por los diferentes grupos humanos.


Definir qué es religión (del latín religare o re-legere) ha sido y es motivo de controversia entre los especialistas. Según el sociólogo G. Lenski, es «un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articulan en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos». Por su parte, el antropólogo Clifford Geertz propone una definición alternativa: «La religión es un sistema de símbolos que obra para establecer vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres, formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único».


La más alta razón de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. Ya desde su nacimiento, el hombre está invitado al diálogo con Dios: puesto que no existe sino porque, creado por el amor de Dios, siempre es conservado por el mismo amor, ni vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor, confiándose totalmente a El.


En nuestro tiempo se ha difundido el fenómeno del ateísmo, especialmente en los países dominados por el marxismo, como consecuencia de la persecución sistemática de la religión, pero también en los países de libertades democráticas y desarrollo económico. El ateísmo moderno se presenta también en forma sistemática, la cual, además de otras causas, conduce, por un deseo de la autonomía humana, a suscitar dificultades contra toda dependencia con relación a Dios.


Los que profesan este ateísmo afirman que la libertad consiste en que el hombre es fin de sí mismo, siendo el único artífice y creador de su propia historia; y defienden que esto no puede conciliarse con el reconocimiento de un Señor, autor y fin de todas las cosas.


Aunque tambien puede ser ironico, personas en nuestra actualidad o sociedades, que se dicen no profesar religion alguna y que creen en ellos mismos y en las fuerzas naturales, en cierta forma en la actualidad, esta tomando fuerza el esoterismo, cosa que pues es el otro extremo de ser religiosos. El acudir o consultar personas para que te lean tu futuro, los astros o los tan famosos "Signos Zodiacales" que en todo programa televisivo y de radio y de prensa escrita tienen o disponen de sus espacios un segmento para los oroscopos y la suerte... Y esto ultimo en nuetro mundo contemporaneo toma cada vez mas fuerza y nos decimos cada vez mas racionalistas y tecnologicos, que somos practicos y por tanto logicos, nuestra sociedad se vuelve vulnerable y cae en lo esoterico, por ser practico y facil y sin algun compromiso ni norma...






El Corazon de Jesucristo...


La devoción al Sagrado Corazón al enfocarse en el corazón de Jesús, de forma metafórica se refiere a la vida emocional y moral de Jesús, especialmente a su amor por la humanidad. Esta devoción está íntimamente ligada a la devoción a la Divina Misericordia. También se refiere amor y adoración a Jesús.


La devoción al Corazón de Jesús tiene un origen medieval, siendo los escritos de santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de Helfta y la beata Ángela de Foligno uno de los testimonios más antiguos. Sin embargo la fuente más importante de la devoción en la forma en que la conocemos ahora, fue Santa Margarita María Alacoque de la Orden de la Visitación de Santa María, a quien Jesús se le apareció.


El corazón representa la sede de los afectos y sentimientos. Las Sagradas Escrituras revelan el amor infinito de Dios que nos creó a sus imagen, capaces de amar. Jesús confirmó el Mandamiento principal de Dios: "amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. (Marcos 12,30). Tanto amó Dios al mundo que envió a su único Hijo. El nos amó y nos ama con un corazón humano que revela el infinito amor de Dios. El corazón traspasado de Jesús en la cruz revela su amor que es el amor del Padre.


Este Amor que ama hasta el extremo del amor, La parábola del siervo sin entrañas,que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial, acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión. (CIA 2843)








El cuerpo y la sangre de Cristo, una celebracion solemne


"Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo." Ese es su título completo, aunque solemos referirnos a ella utilizando su anterior nombre latino, "Corpus Christi". La celebración de este Misterio nos hace presente así que el Señor permanece vivo en el tabernáculo; por esto se le alaba especialmente con la adoración Eucarística o banquete mesiánico y de acción de gracias, memorial de la muerte de Cristo por su propia institución en la Última Cena.


"Pan" es el término en que coinciden los textos litúrgicos. Jesús, en el pasaje evangélico, "tomó los cinco panes...y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición". Este gesto de Jesús, visto retrospectivamente, está prefigurado en el del Melquisedec, rey-sacerdote de Salem, que ofrece a Abrahán pan y vino como signo de hospitalidad, de generosidad y de amistad. Ese mismo gesto de Jesús, visto prolépticamente, anticipa la Última Cena con los suyos y la Eucaristía celebrada por los cristianos en memoria de Jesús: ATomó pan, dando gracias lo partió y dijo: "Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros".


En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo:- «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.»Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.( libro del Génesis 14, 18-20)


Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: "Tomen, coman; esto es mi cuerpo" (Mt 26,26 y similares). "Esto (el pan) es mi cuerpo" (la persona de Jesús). Lo mismo hizo con el vino, afirmando "Esta es mi Sangre". Sus palabras no dejan lugar a dudas. No es una comparación: "es como mi cuerpo o, como si fuera mi sangre" Es una afirmación real: "esto es mi Cuerpo y esta es mi Sangre."


"Eucaristía" o "Celebración Eucarística" es el nombre exacto de lo que llamamos "Misa", lo más importante de esta celebración, es que se vuelve a realizar cada vez el milagro de Cristo: el Espíritu Santo convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre. Además, en cada Misa, se actualiza el sacrificio de Jesús y se repite el milagro del Cuerpo y la Sangre de Cristo, aunque una vez al año celebremos de manera más solemne este gran misterio.