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¿Porque creo en Cristo? Breves reflexiones

Yo soy una persona libre para creer y para no creer, pero Yo Creo. Creo porque soy libre y porque siento que mi Fe me libera. "La Verdad os hará libres" y nadie se siente más libre que el que cree. En la dicha o en la desdicha, en su casa o en la prisión, en la salud o en la enfermedad, aquel que cree es libre porque ha entregado su alma a Dios y no hay barreras que la aprisionen. Los cristianos sabemos que nuestra alma es de Dios, y por eso, aún aprisionados por la desdicha, la enfermedad o por muros, tenemos la confianza de seguir siendo libres.


Los cristianos vivimos nuestra Fe en comunión con Dios y con la Iglesia. Eso significa que Dios forma parte indivisible de nosotros a través del Espíritu Santo. Dios es el dueño de nuestra alma, de nuestro santuario en el que sólo Él puede habitar y al que nuestra Fe mantiene libre de odio, rencor, venganza, ira, violencia, etc. Sentir a Dios es sentirse limpio por dentro, sentir nuestra alma a salvo de la corrupción, y eso sólo se consigue invocando a Dios a través del Espíritu Santo para que nos ayude a permanecer limpios.


Según hemos tratado en las catequesis precedentes, el nombre de 'Cristo' significa en el lenguaje del Antiguo Testamento 'Mesías'. Israel, el Pueblo de Dios de la antigua alianza, vivió en la espera de la realización de la promesa del Mesías, que se cumplió en Jesús de Nazaret. Por eso desde el comienzo se llamó a Jesús Cristo, esto es: 'Mesías', y fue aceptado como tal por todos aquellos que 'lo han recibido' (Jn 1, 12).


A la luz de las obras y de las palabras de Jesús se hace cada vez más claro que El es, al mismo tiempo, el verdadero Hijo de Dios. Esta es una verdad que resultaba muy difícil de admitir para una mentalidad enraizada en un rígido monoteísmo religioso. Y ésa era la mentalidad de los israelitas contemporáneos de Jesús. Nuestras catequesis sobre Jesucristo entran ahora precisamente en el ámbito de esta verdad que determina la novedad esencial del Evangelio, y de la que depende toda la originalidad del cristianismo como religión fundada en la fe en el Hijo de Dios, que se hizo hombre por nosotros.


Así, pues, la fuente definitiva del testimonio, que los Evangelios (y todo el Nuevo Testamento) dan de Jesucristo como Hijo de Dios, es el mismo Padre: el Padre que conoce al Hijo y se conoce a Sí mismo en el Hijo. Jesús, revelando al Padre, comparte en cierto modo con nosotros el conocimiento que el Padre tiene de Sí mismo en su eterno, unigénito Hijo. Mediante esta eterna filiación Dios es eternamente Padre. Verdaderamente, con espíritu de fe y de alegría, admirados y conmovidos, hagamos nuestra la confesión de Jesús: 'Todo te lo ha confiado el Padre a Ti, Jesús, Hijo de Dios, y nadie sabe quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien Tú, el Hijo, lo quieras revelar'.

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