DISFRUTA DEL MUNDO Y LO CONOCE BIEN
Su predecesor, Juan el Bautista, se aparta del mundo y en su momento comienza a predicar y acuden a él desde todas partes. Jesucristo, en cambio, trabaja largos años de su vida en un oficio concreto antes de cambiar al oficio de Maestro de Israel, y vive en el seno de una familia y se deja invitar a convites y fiestas. Jesús vive en contacto profundo con los hombres de la sociedad de su tiempo.
Sabe apreciar lo que hay de bueno en cada hombre, y conocedor de su crónica enfermedad espiritual fruto del pecado, trata de recuperarlos y orientarles, sin dejarse llevar de ingenuos espejismos idealistas. Es la suya una personalidad sólida, donde las virtudes humanas alcanzan niveles jamás vistos. Inaccesible a los halagos de la muchedumbre, sereno ante los peligros e inalterable ante las grandezas humanas si son sólo materiales. Siempre cortés y delicado en el trato es también enemigo de todo exceso, palabra o acción desmedida y de mal gusto.
Todo tiene vida, los montes, los ríos, las flores, los pájaros y sobre todo el hombre es para el alma de Jesús el horizonte de contacto del mundo con la voluntad de su Padre; ahí quiere morar y reinar sirviendo. De ahí su actitud ante la vida, es una visión gozosa, optimista y positiva. Es Jesús un hombre realista, sin falsa poesía ni blandenguería. Toca de cerca los problemas y los conoce en profundidad. Enseña con la pedagogía de la anécdota, de la comparación o parábola, en una suave ascensión en profundidad y sin temor a repetir lo mismo de diversas formas. Pone ejemplos llenos de color, de vida, de poesía, de tragedia cotidiana o alegría familiar y popular.
Aprecia la naturaleza, proclama la belleza de los lirios del campo y la libertad de los pajarillos; ensalza las ansias del pastor que perdió una oveja y critica la arrogancia del fariseo autosuficiente que reza en el Templo. Todo esto refleja un sentido exquisito de fina observación y gran sensibilidad que emergen de su rica vida interior. No hay la más mínima desconexión con la realidad. Jesús vive con intensidad su vida
Su predecesor, Juan el Bautista, se aparta del mundo y en su momento comienza a predicar y acuden a él desde todas partes. Jesucristo, en cambio, trabaja largos años de su vida en un oficio concreto antes de cambiar al oficio de Maestro de Israel, y vive en el seno de una familia y se deja invitar a convites y fiestas. Jesús vive en contacto profundo con los hombres de la sociedad de su tiempo.
Sabe apreciar lo que hay de bueno en cada hombre, y conocedor de su crónica enfermedad espiritual fruto del pecado, trata de recuperarlos y orientarles, sin dejarse llevar de ingenuos espejismos idealistas. Es la suya una personalidad sólida, donde las virtudes humanas alcanzan niveles jamás vistos. Inaccesible a los halagos de la muchedumbre, sereno ante los peligros e inalterable ante las grandezas humanas si son sólo materiales. Siempre cortés y delicado en el trato es también enemigo de todo exceso, palabra o acción desmedida y de mal gusto.
Todo tiene vida, los montes, los ríos, las flores, los pájaros y sobre todo el hombre es para el alma de Jesús el horizonte de contacto del mundo con la voluntad de su Padre; ahí quiere morar y reinar sirviendo. De ahí su actitud ante la vida, es una visión gozosa, optimista y positiva. Es Jesús un hombre realista, sin falsa poesía ni blandenguería. Toca de cerca los problemas y los conoce en profundidad. Enseña con la pedagogía de la anécdota, de la comparación o parábola, en una suave ascensión en profundidad y sin temor a repetir lo mismo de diversas formas. Pone ejemplos llenos de color, de vida, de poesía, de tragedia cotidiana o alegría familiar y popular.
Aprecia la naturaleza, proclama la belleza de los lirios del campo y la libertad de los pajarillos; ensalza las ansias del pastor que perdió una oveja y critica la arrogancia del fariseo autosuficiente que reza en el Templo. Todo esto refleja un sentido exquisito de fina observación y gran sensibilidad que emergen de su rica vida interior. No hay la más mínima desconexión con la realidad. Jesús vive con intensidad su vida