Búsqueda personalizada

Cuestionamientos basicos sobre Jesucristo, Doctrina Esencial sobre el plan de Salvacion


El Plan de Reconciliación: El Señor Jesús
Después del pecado de Adán y Eva, ellos y todos sus descendientes quedaron en poder del demonio. Nosotros también. Dios tuvo compasión de los hombres y prometió un Redentor que nos reconciliaría, sanando las rupturas. Este Reconciliador nacería de una Mujer que aplastaría con su pie la cabeza de la serpiente infernal que había engañado a Adán y Eva.

Por esto, todo el pueblo de Israel esperaba al Salvador. Los Patriarcas y Profetas del Antiguo Testamento iban recordando al pueblo elegido la promesa de Dios.

Se cumplió la promesa hecha por Dios de Adán y Eva cuando la segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María por obra del Espíritu Santo; y cuando este Dios y Hombre verdadero - Jesucristo - murió en la Santa Cruz para pagar por todos los pecados del mundo, reconciliándonos así con Dios, con nosotros mismos, con los hermanos humanos y con toda la creación.

¿Tuvo Dios compasión de los hombres después del pecado de Adán y Eva?
Si, Dios tuvo compasión de los hombres después del pecado de Adán y Eva, y para salvarnos prometió un Redentor.

¿Quién es el Redentor y Reconciliador de los hombres?
El Redentor y Reconciliador de los hombres es Jesucristo.

¿Quién es el Señor Jesús?
El Señor Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, que nació de la Virgen María, murió en la Cruz para salvar a todos los hombres y resucitó al tercer día.

¿Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre?
Si, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de una sola Persona que es divina.

¿Desde cuándo existe Jesucristo?
El Señor Jesús, como Dios, existe desde siempre porque es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; y como hombre, existe desde la Encarnación.

¿Qué es la Encarnación?
La Encarnación es el misterio de la unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única Persona de Dios Hijo.

¿Cómo se realizó la Encarnación del Hijo de Dios?
La Encarnación del Hijo de Dios se realizó cuando el Espíritu Santo, de las purísimas entrañas de la Virgen María, formó un cuerpo perfecto, sin pecado, y un alma nobilísima que unió a aquel cuerpo; en el mismo instante, a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios y de esta manera el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre, igual a todos los hombres en todo, menos en el pecado.

¿Se podría decir que en Cristo hay dos personas?
Nunca, en Jesucristo hay una sola Persona que es divina, con dos naturalezas: la divina y la humana.
Oportunidad: Ten tu propia pagina web,, gana dinero, www.promo-business.com/promotecnia


VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE



El Cristo de los Padres y de los Concilios.


Publicidad: Sitio para tu negocio, para tu web,, emprender tu propio negocio en casa, minima inversion: www.promo-business.com/promotecnia

Jesucristo no es una parte de nuestra fe. No es siquiera un tema de estudio cuyos límites se pudieran determinar de antemano. Su persona ocupa el corazón del acto de fe y cualquier creyente está obligado a responder a la pregunta que Jesús planteaba: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Desde aquella profesión global y totalizante del grupo apostólico: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" hasta hoy, la respuesta se ha ido expresando y desarrollando de un modo progresivo. Queremos situar las grandes etapas de este desarrollo, no por preocupación meramente histórica, sino porque eso nos permite entroncarnos con la esencia de la fe: esa esencia que aún hoy corre el riesgo de ser deformada y desconocida.


1. EL PUNTO DE PARTIDA.
Evidentemente lo encontramos en el Nuevo Testamento. Es un punto de partida doble: está la fe de las primeras comunidades cristianas, y está la experiencia viva del grupo apostólico. Este último punto es la raíz de donde brota todo.

a) La experiencia del grupo apostólico. Cuando 'los apóstoles se encontraron con Jesús de Nazareth, vieron en El un simple hombre, el hijo de María. Ellos pensaron, como todo el mundo, que era hijo de José también. Vivieron con El durante varios meses, compartiendo su vida, su comida, su amistad y su trabajo. Para ellos se trataba de un ser excepcional, pero en principio era simplemente un hombre; un hombre enfrentado con la indiferencia y la hostilidad de unos, abierto a la amistad de otros, y angustiado ante la muerte. Cuando anunciaron a Jesús, le presentaron como un hombre "a quien Dios acreditó" (Act.2, 22).


¡Un hombre! ¡Nada del otro mundo! Sin embargo, ¡cuántos creyentes han sentido la tentación, y la sienten aún hoy, de minimizar, de reducir, de no tomar en serio este aspecto de la realidad de Jesús! Esa afirmación de los primeros cristianos a pesar de todo, es de capital importancia. Es un aspecto inseparable del aspecto total de Jesucristo y representa uno de los elementos esenciales del hecho de Jesús. Ser hombre no es solamente tener un cuerpo. Consiste ante todo en tener una conciencia humana, con sus límites, y una libertad humana con el riesgo de sus opciones. Precisamente por eso es por lo que Jesús pertenece a nuestra raza, y por eso precisamente Jesús puede comprendernos, hablarnos y salvarnos (2).

Pero en este hombre tan cercano a ellos, los apóstoles empiezan a ver y a adivinar poco a poco la acción y la presencia de Dios. Por su autoridad en obras y palabras, por su manera de vivir y de rezar, por los poderes divinos que asume y por las exigencias que formula, este hombre les plantea una pregunta: ¿Quién es?, porque "Jesús" no es un insensato, ni un blasfemo; es el profeta más equilibrado, el más humilde y sobre todo el más religioso; es el más atento cuando se pone a rezar con el Padre con una confianza de hijo, el más preocupado en proclamar su voluntad y el más decidido a someterse a ella aunque sea hasta la muerte. Ese es el rasgo más sorprendente y el más significativo de la actitud de Jesús, el rasgo que obliga a los Doce, y a rostros también, a plantearse esta pregunta:


"¿Quién es, pues, este hombre?" (3)
Solamente de una manera paulatina y progresiva respondieron Ion Do ce a la pregunta que les planteaba aquel hombre de carne y hueso que se atribuía unos poderes divinos y que exigía de los demás una elección definitiva v absoluta. Los apóstoles se guiaron principalmente por sus palabras; unas palabras que manifestaban una libertad y una soberanía sorprendentes respecto a la Ley y que mostraban cuál era su relación y su situación respecto a Dios, Unas palabras que confesaban que El era superior a Moisés y a los profetas del Antiguo Testamento: "Habéis oído que se dijo a los antiguos... Pues yo os digo" (Mt. 5, 21-22; 27-28). El no se pone nunca a nivel de los discípulos, v a propósito de Dios apunta cuidadosamente: "Mi Padre y •; vuestro Padre".

Pero sobre todo fue el acontecimiento de la Pascua el que iluminó a los apóstoles. Entonces descubrieron la paradoja de ese hombre. Percibieron el secreto de su existencia; es sin duda el Hijo de Dios, y Dios lo ha constituido Señor al resucitarlo de entre los muertos. "Ciertamente, para ellos, Jesús es un misterio, un misterio al que no podrán acceder si no es mediante la fe. Pero esta fe está enraizada en una experiencia histórica. Por eso proclaman con una certeza inquebrantable que Jesús es verdadero Dios v verdadero hombre" (4).

b) La fe de las primeras comunidades. Sobre la fe, el testimonio y la predicación de los Doce reposa la certeza y la fe de las primeras comunidades cristianas (cf.l Jn.1, 1-3). Para expresar la riqueza do su fe en Jesús las comunidades le dan a Jesús ciertos nombres, títulos, algunos de los cuales nos dicen bien poco actualmente, pero que pueden aún indicarnos algo respecto a su persona y su misión: es el Profeta, el Servidor, el Hijo del Hombre, el Verbo de Dios, el Señor.


Estos títulos "definen el papel o la identidad de Cristo y son enteramente bíblicos. Los Evangelios no descartan ninguno. La misión de Jesús es tan compleja, tan rica, que no hay ningún nombre que pueda definirla de un modo adecuado. Cada título tratado fijar en un lenguaje conocido la misión de Jesús. ¿Pero ninguno de ello? Es suficiente para definirla en toda su totalidad. Cada uno nos presenta solamente un aspecto de la misma (...)

Todos son indispensables. Y ninguno puede asumirlos todos de tal manera que los demás se hagan inútiles. Es justamente esta multiplicidad la que nos ayuda a comprender en cierta manera el misterio de Jesús". (5)

El conjunto de estos títulos dados a Jesús por las primeras comunidades cristianas expresa en toda su lozanía la fe en el misterio de Cristo. No hay nada de mitológico en estas expresiones, sino una forma de pensar ajena a toda especulación filosófica, profundamente enraizada en el terreno bíblico, extremadamente concreta y espontáneamente cimentada sobre la unidad de la persona: el hombre y Dios conviven simultáneamente en la persona de Jesús de Nazaret. Jesús es confesado como Hijo de Dios hecho hombre, Hombre Dios en una única persona que vivifica con su Espíritu a la comunidad, que renueva profundamente el corazón del hombre e instaura una existencia nueva. Transformados por su fe en Jesucristo, los creyentes experimentan una novedad radical en su existencia personal y en la historia de la humanidad. Se trata además de una fe vivida y afirmada pacífica y serenamente.


(2) A. George, en Que dites-vous de Christ? (le Cerf) Págs.60-61
(3) Opcit. Págs.63-64
(4) A. George, opcit. Pág.67
(5) Ch. Duquoc, Cristología, pág.174. El estudio de los títulos de Cristo y de su condición humano divina ocupa la segunda parte de la
obra.

El hombre esta llamado a ser parte del pueblo de Dios


El Pueblo de Dios
Fuente: http://www.churchforum.org.mx/
Jesús vino a la tierra no sólo para revelarnos su divinidad y la verdad de los grandes problemas de la existencia. Vino, como dice el Evangelio, para que tuviéramos vida (Jn. 10,10), para salvar lo que estaba perdido (Lc. 19, 10). Pero esta vida Jesús quiso dárnosla no individualmente sino en comunidad. Para este fin se eligió un pueblo con un nombre especial: la Iglesia, comunidad de salvación y depositaria al mismo tiempo de los medios para conseguirla, y llama a la vida eterna.

LA IGLESIA ES LA PROYECCION EN EL TIEMPO DE AQUEL HECHO UNICO QUE FUE LA ENCARNACION DEL HIJO DE DIOS.

El libro del Génesis nos dice que un día habló Dios a un hombre del desierto llamado Abraham y le invitó a abandonar su país y su familia para establecerse en una tierra que El mismo le mostraría.
En premio de su obediencia lo constituiría padre de un gran pueblo que se distinguiría de todos porque el principio que le había dado origen y lo tenía unido era un principio religioso, una llamada de Dios renovada continuamente, una elección particular. "Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahvé, tu Dios. Yahvé, tu Dios, te ha elegido para pueblo suyo entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra. Yahvé se fijó en vosotros y os eligió, no por ser el pueblo más numeroso entre todos los pueblos, ya que sois el más pequeño de todos. Porque Yahvé os amó y porque ha querido cumplir el juramento hecho a vuestros padres, y os ha sacado de la tierra de Egipto con mano poderosa y os ha librado de la casa de la esclavitud, de la mano del Faraón, rey de Egipto" (Dt. 7, 6-8).

Durante el viaje de retorno de Egipto Dios firmó un pacto de alianza con este pueblo. "Escribió, pues, Moisés todas las palabras de Yahvé, y levantándose de mañana erigió un altar al pie de la montaña y doce cipos por las doce tribus de Israel. Luego mandó a algunos jóvenes de los hijos de Israel a ofrecer holocaustos e inmolar novillos como sacrificios pacíficos en honor de Yahvé. Después tomó Moisés la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Tomó luego el libro de la Alianza y lo leyó en presencia del pueblo, el cual dijo: Cumpliremos todo lo que ha dicho Yahvé y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y la derramó sobre el pueblo diciendo: Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con vosotros, mediante todas estas palabras" (Ex. 24, 4-8).

Toda la historia de Israel gira en torno a este pacto. El bien y la prosperidad son la recompensa de Dios a la fidelidad, como el mal es el castigo a la infidelidad. Sin embargo, la predilección de Dios no se ve correspondida. El pueblo escogido es infiel y se abandona con frecuencia a la idolatría y viola los mandamientos que había prometido observar. Hay un cierto momento en que Dios se hastía de tanta infidelidad y lo rechaza: "porque vosotros no sois ya mi pueblo ni yo soy vuestro Dios" (Os. 1, 9). Solamente salvará de esta reprobación al pequeño "resto" formado por aquellos pocos que se mantuvieron fieles en la infidelidad general.

Serán el primer núcleo de otro pueblo que Dios formará y con el que sellará una alianza que no se quebrantará jamás (Jer. 31, 31-34).
Esta nueva alianza supondrá una transformación interior, un corazón nuevo que permitirá al pueblo observar las promesas hechas (Ez. 36, 26-28). También será universal, abarcará todos los pueblos de la tierra (Is. 2, 2-3; Zac. 2, 14-15).

Por eso el pueblo de Dios, tal como lo describe el Antiguo Testamento, tiene origen en una llamada, en una elección. Su unión es el producto de un principio externo. En su historia Dios inicia un nuevo modo de manifestarse a los hombres: no sólo ni principalmente en los fenómenos naturales, sino también en los acontecimientos históricos.

Al llegar la plenitud de los tiempos el Hijo de Dios se hace hombre y fija su morada entre los hombres (Jn. 1, 14), en torno a esta reúne al nuevo pueblo. Lentamente se forma en pos de el una pequeña comunidad de personas, los apóstoles, representantes del primer núcleo del nuevo pueblo que vino a formar en la tierra. Hace una nueva alianza con el sacrificio de su propia sangre: "Este cáliz - dice a los apóstoles - es la nueva alianza de mi sangre"
(Lc. 22, 20).
También este nuevo pueblo de Dios surge de una llamada, de una vocación. La muerte de Cristo está destinada a reunir a todos los hijos de Dios (Jn. 11, 52) para que todos tengan la vida y la tengan abundante (Jn. 10, 10). Cristo será luz del mundo para todos (Jn. 8, 12), el que los purifique de sus pecados (Jn. 1, 29).

Cristo, después de su Resurrección, encomienda a sus apóstoles predicar su reino a todos los hombres: " Y llegándose Jesús les habló diciendo: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt. 28, 18-20).
Cristo les promete enviar el Espíritu Santo para fecundizar su palabra y constituirlos testimonios ante el mundo (He. 1, 8), con esta ayuda proclamarán su doctrina en todo el mundo.

Así pues, todos los hombres están llamados a formar parte del pueblo de Dios, un pueblo verdaderamente católico, en el que las diferencias sociales y nacionales desaparecen para dar origen a un pueblo nuevo "en el que no cabe distinción entre griego y judío, circuncisión o incircuncisión, bárbaro, escita, siervo, libre, sino que Cristo es todo en todos" (Col. 3, 11) porque todos son hijos del mismo Padre que es Dios.

A diferencia del antiguo, el nuevo pueblo de Dios debe su unidad no sólo a una vocación externa o a la observancia de una ley promulgada por el mismo Dios, sino a un principio interno que obra en sus miembros un renacer espiritual. "El que no nace de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn. 3, 5). Este principio es la vida divina que se nos infunde en el bautismo para morir al hombre viejo y nacer al nuevo. Para desarrollar esta vida Jesús instituyó los sacramentos, en particular la Eucaristía en la que el pueblo de Dios encuentra su unidad máxima alimentándose del mismo pan de vida y bebiendo del mismo cáliz de la sangre del Hijo de Dios (I Cor. 10, 16-17). Así Cristo derriba el muro entre el pueblo elegido y los otros siendo todos huéspedes y miembros de la casa de Dios (Ef. 2, 14-16).

El nuevo pueblo de Dios es sacerdotal, Profético y Real. El Nuevo Testamento nos indica en algunos textos la dignidad de sus miembros y lo que significa estar consagrados a Dios.
San Pedro, en su primera carta, nos explica que, por el bautismo, somos SACERDOTES, es decir, templo espiritual que celebra y ofrece el culto espiritual; cada miembro es piedra viviente de un edificio que se apoya en la piedra angular que es Cristo para ofrecer con El el sacrificio espiritual (I Pe. 2, 1-10). Más adelante, San Pedro relaciona el carácter sacerdotal del pueblo de Dios con la proclamación del Evangelio. Es decir, es también un pueblo PROFETICO destinado a anunciar a los otros el Evangelio de salvación (IPe.2, 12).

San Pablo nos habla también de este SACERDOCIO de los fieles: “Así que os ruego, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: este es el culto que debéis ofrecer" (Rom. 12, 1).
San Juan nos llama "un reino de SACERDOTES" (Ap. 1, 6). El sacrificio de Cristo hizo a los cristianos REYES: "Porque has sido degollado has rescatado para Dios con tu sangre a los hombres de todas las tribus, lengua, pueblo y nación. Tú has hecho para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes reinando sobre la tierra" (Ap.5,9-10).

Los sacrificios que ofrece este pueblo de sacerdotes son espirituales. Son, por ejemplo, las oraciones que el pueblo cristiano ofrece a Dios, la entrega total del propio cuerpo y de todo el ser a Dios; la fe que San Pablo llama "sacrificio"; la predicación del Evangelio; las "limosnas" que llama el apóstol "perfume suave, ofrenda agradable y aceptada por Dios"; "la beneficencia y mutua ayuda" (Ap. 8, 3-4; Rom. 12, 1; Flp. 2, 17; Rom. 15, 16; Heb. 13-16). En una palabra, son sacrificios espirituales las acciones de la vida cristiana informadas por la fe y la caridad.
En este sentido, toda la vida del cristiano es un acto sacerdotal.
Promocion: Comercio electronico, tu propia pagina de internet automatizada, publicidad para tus productos: www.promo-business.com/promotecnia


La fe en Jesucristo



Catequesis de S.S. Juan Pablo II durante la audiencia general de los miércoles


18 de Marzo de 1998


Opurtunidad: Tu propio negocio, una web automatizada: www.promo-business.com/promotecnia

1.Mirando al objetivo prioritario del jubileo, que es «el fortalecimiento de la fe y del testimonio de los cristianos» (Tertio millennio adveniente, 42), después de trazar en las anteriores catequesis los rasgos fundamentales de la salvación traída por Cristo, nos detenemos hoy a reflexionar en la fe que él espera de nosotros.
A Dios, que se revela —como enseña la Dei Verbum—, se le debe «la obediencia de la fe» (cf. n. 5). Dios se reveló en la Antigua Alianza, pidiendo al pueblo por él elegido una adhesión fundamental de fe. En la plenitud de los tiempos esta fe ha de renovarse y desarrollarse, para responder a la revelación del Hijo de Dios encarnado. Jesús la exige expresamente, dirigiéndose a los discípulos en la última Cena: «Creéis en Dios: creed también en mí» (Jn 14, 1).

2. Jesús ya había pedido al grupo de los doce Apóstoles una profesión de fe en su persona. Cerca de Cesarea de Filipo, después de interrogar a los discípulos qué pensaba la gente sobre su identidad, les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16, 15). Simón Pedro responde: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16).

Inmediatamente Jesús confirma el valor de esta profesión de fe, subrayando que no procede simplemente de un pensamiento humano, sino de una inspiración celestial: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos (Mt 16, 17). Estas palabras, de marcado color semítico, designan la revelación total absoluta y suprema: la que se refiere a la persona de Cristo, el Hijo de Dios.

La profesión de fe que hace Pedro seguirá siendo expresión definitiva de la identidad de Cristo. San Marcos utiliza esas palabras para introducir su Evangelio (cf. Mc 1, 1). San Juan las refiere al concluir el suyo, cuando afirma que lo escribió para que se crea «que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios», y para que, creyendo, se pueda tener vida en su nombre (cf. Jn 20, 31).

3. ¿En qué consiste la fe? La constitución Dei Verbum explica que por ella «el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece "el homenaje total de su entendimiento y voluntad", asintiendo libremente a lo que Dios revela» (n. 5). Así pues, la fe no es sólo adhesión de la inteligencia a la verdad revelada, sino también obsequio de la voluntad y entrega a Dios, que se revela. Es una actitud que compromete toda la existencia.

El Concilio recuerda también que, para la fe, es necesaria «la gracia de Dios que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios abre los ojos del espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"» (ib.). Así se ve cómo la fe, por una parte, hace acoger la verdad contenida en la Revelación y propuesta por el magisterio de quienes, como pastores del pueblo de Dios, han recibido un «carisma cierto de la verdad» (ib., 8). Por otra parte, la fe lleva también a una verdadera y profunda coherencia, que debe expresarse en todos los aspectos de una vida según el modelo de la de Cristo.

4. Al ser fruto de la gracia, la fe influye en los acontecimientos. Se ve claramente en el caso ejemplar de la Virgen santísima. En la Anunciación, su adhesión de fe al mensaje del ángel es decisiva incluso para la venida de Jesús al mundo. María es Madre de Cristo porque antes creyó en él.
En las bodas de Cana, María por su fe obtiene el milagro. Ante una respuesta de Jesús que parecía poco favorable, ella mantiene una actitud de confianza, convirtiéndose así en modelo de la fe audaz y constante que supera los obstáculos.
Audaz e insistente fue también la fe de la cananea. A esa mujer, que acudió a pedirle la curación de su hija, Jesús le había opuesto el plan del Padre, que limitaba su misión a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La cananea respondió con toda la fuerza de su fe y obtuvo el milagro: «Mujer, grande es tu fe que te suceda como deseas» (Mt 15, 28).
5. En muchos otros casos el Evangelio testimonia la fuerza de la fe. Jesús manifiesta su admiración por la fe del centurión: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. (Mt 8, 10). Y a Bartimeo le dice: «Vete, tu fe te ha salvado» (Mc 10, 52). Lo mismo repite a la hemorroísa (cf. Mc 5, 34).
Las palabras que dirige al padre del epiléptico, que deseaba la curación de su hijo, no son menos impresionantes: «Todo es posible para quien cree» (Mc 9, 23).

La función de la fe es cooperar con esta omnipotencia. Jesús pide hasta tal punto esta cooperación, que, al volver a Nazaret, no realiza casi ningún milagro porque los habitantes de su aldea no creían en él (cf. Mc 6, 5-6). Con miras a la salvación, la fe tiene para Jesús una importancia decisiva.

San Pablo desarrollará la enseñanza de Cristo cuando en oposición con los que querían fundar la esperanza de salvación en la observancia de la ley judía, afirmará con fuerza que la fe en Cristo es la única fuente de salvación: «Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley» (Rm 3, 28). Sin embargo, no conviene olvidar que san Pablo pensaba en la fe auténtica y plena, «que actúa por la caridad» (Ga 5, 6). La verdadera fe está animada por el amor a Dios, que es inseparable del amor a los hermanos.

Que es la Fe y en que Creemos?


CREEMOS: Estos son los parrafos del catecismo de la Iglesia Catolica, que es en donde esta contenida la fe , en lo que cree y se fundamenta la Iglesia, he aqui pues, unos parrafos con el numero del cual fueron tomados inica esplicando la fe y luego pasa a decir lo que creemos...


166 La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.


167 "Creo" (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. "Creemos" (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. "Creo", es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: "creo", "creemos".



168 La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor ("Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia", cantamos en el Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar también : "creo", "creemos". Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. En el Ritual Romanum, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".

169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación" (Fausto de Riez, Spir. 1,2). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.

¿Quien es Jesucristo?



Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Isaías 9:6.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba y el mundo por Él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. mas a los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, no de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros... Juan 1:1.
Este es El Señor y Dios de todo ser humano. El libertador y salvador de las almas, El Dios Eterno. Tu amigo.

DIOS AMA AL HOMBRE AUN SIENDO PECADOR; QUE ES NO AMARLE A EL
De tal manera amó Dios al mundo que entregó a su hijo unigénito para que todo aquél que en Él crea tenga vida eterna, mas no se pierda. Juan 3:16.
Antes hemos visto que Jesucristo es el mismo Dios. ¿Cómo es que entonces dice que su Hijo es dado por nuestros pecados? Debemos comprender que Dios es el único que puede sacarnos de la muerte, el único que tiene el poder de resucitar a los muertos y darles vida eterna. Dios nos ama tanto que viene en carne y entra en el reino de la muerte, tras la cruz, y salva al hombre, resucitando para darnos la victoria por la fe, que es un don suyo. Reflexión: no tendríamos salvación si Jesucristo hubiera sido un hombre y no Dios. Gloria le sea dada por todos nosotros.

EL NUEVO NACIMIENTO DEL HOMBRE
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Juan 3:3 al 8.

El hombre está muerto al Espíritu de Dios, porque prefiere vivir si Él, pero cuando se da cuenta de su soledad y le abra el corazón, si de enamora de Dios en Cristo, entonces recibe el Espíritu Santo, porque el hombre necesita nacer de nuevo, de lo alto.

Cuando una persona ha nacido del Espíritu de Dios, entra en una dimensión que antes no podía ver. Es como si le diésemos la vista a un ciego de nacimiento. Nosotros somos ciegos espirituales de nacimiento. Cuando Dios nos abre nuestros ojos, cuando Jesucristo sanó al ciego de nacimiento, nos está enseñando en realidad, además de aquel milagro, que necesitamos ver la vida eterna que es la espiritual. Él nos enseña su mente para que la recibamos, si sentimos que le queremos y le echamos de menos por el vacío existencial que traemos en nuestras almas desde antes de la fundación del mundo, incluso cuando no tenemos aun uso de razón, Dios ha previsto que le conozcamos a Él.
No se quede nadie en la dimensión de la oscuridad; venid a Él y os dará la Luz para que seáis luz.
Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Efesios 5:16.
Que privilegio poder vivir desde hoy con Dios, mediante este nuevo nacimiento, mediante el entendimiento espiritual. Comparte tu vida con él. Es tu mejor amigo.
Lea un Estudio Bíblico completo sobre
NACER DE NUEVO.

LA NUEVA VIDA CON JESUCRISTO
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras de mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Mateo 3:11. Esto nos dijo Juan Bautista. Anuncia a otros el evangelio o buena noticia de la obra de Dios para con los hombres.
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo... ...pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a la luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero que ahora habéis alcanzado misericordia. 1 Pedro 2:4 al 10.
Es este bautismo del Espíritu como una unción que te cubre de arriba abajo y te cambia la mente, para que creas la verdad que es el mensaje de Dios al hombre y no el mensaje de la sociedad dependiendo de cada época.

...Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado por cuanto no creen en mí; de justicia por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Juan 16:7 al 13