Los cristianos confesamos con la Iglesia que el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, distinta del Padre y del Hijo, de quienes procede eternamente. Creemos en el Espíritu Santo, Señor, y vivificador, que, con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: "Sed... perfectos, como también es perfecto vuestro Padre celestial" (Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios, n. 13). Cfr. Documento de Puebla, nn. 202-204.
El Espíritu Santo asiste a la Iglesia:
Como lo había prometido Jesús antes de marcharse de nuevo al cielo, desde allá nos envía, junto con su Padre, al Paráclito. Es San Lucas quien nos relata su venida: "Llegado el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso, que llenó toda la casa. Y aparecieron unas como lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo" (Hechos 2, 1-5).
La Iglesia, por tanto, instruida por la palabra de Cristo, partiendo de la experiencia de Pentecostés y de su historia apostólica, proclama desde el principio su fe en el Espíritu Santo, como aquel que es dador de vida, aquél en el que el inescrutable Dios trino y uno se comunica con los hombres construyendo en ellos la fuente de vida eterna" (Juan Pablo 11, Ene. Dominum et vivificantem, n. 2).En nuestra santificación intervienen las tres Personas divinas, porque el principio de las operaciones es la naturaleza y en Dios no hay más que una sola Esencia o Naturaleza. Por ser el Espíritu Santo, Amor, y por ser la santificación obra fundamentalmente del Amor de Dios, es por lo que la obra de la santificación de los hombres se atribuye al Espíritu Santo (cfr. Decr. Apostolicam actuositatem, n. 3).
Esta santificación la realiza principalmente a través de los sacramentos, que son signos sensibles instituidos por jesucristo, que no sólo significan sino que confieren la gracia.La vida divina que nos santifica, nace, crece y sana por medio de los sacramentos.