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Pentecostes, el Espiritu Santo,


La palabra Pentecostés viene del griego y significa el día quincuagésimo. A los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas (Ex 34,22), esta fiesta en un principio fue agrícola, pero se convirtió después en recuerdo de la Alianza del Sinaí. Al principio los cristianos no celebraban esta fiesta. Las primeras alusiones a su celebración se encuentran en escritos de San Irineo, Tertuliano y Orígenes, a fin del siglo II y principio del III. Ya en el siglo IV hay testimonios de que en las grandes Iglesias de Constantinopla, Roma y Milán, así como en la Península Ibérica, se festejaba el último día de la cincuentena pascual. Con el tiempo se le fue dando mayor importancia a este día, teniendo presente el acontecimiento histórico de la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles (Cf. Hch 2). Gradualmente, se fue formando una fiesta, para la que se preparaban con ayuno y una vigilia solemne, algo parecido a la Pascua. Se utiliza el color rojo para el altar y las vestiduras del sacerdote; simboliza el fuego del Espíritu Santo.


Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio. Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace en la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo. Es hasta entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron convocados por Jesús; para qué fueron preparados durante esos tres años de convivencia íntima con Él. La Fiesta de Pentecostés es como el "aniversario" de la Iglesia.


El Espíritu Santo desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos; para ir, bautizar y enseñar a todas las naciones. Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella pequeña comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre los hombres.


Muchas veces hemos escuchado hablar de Él; muchas veces quizá también lo hemos mencionado y lo hemos invocado. Piensa cuántas veces has sentido su acción sobre ti: cuando sin saber cómo, soportas y superas una situación, una relación personal difícil y sales adelante, te reconcilias, toleras, aceptas, perdonas, amas y hasta haces algo por el otro…. Esa fuerza interior que no sabes de dónde sale, es nada menos que la acción del Espíritu Santo que, desde tu bautismo, habita dentro de ti. El Espíritu Santo ha actuado durante toda la historia del hombre. En la Biblia se menciona desde el principio, aunque de manera velada. Y es Jesús quien lo presenta oficialmente:

"SI ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Defensor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad…. En adelante el Espíritu Santo Defensor, que el Padre les enviará en mi nombre, les va a enseñar todas las cosas y les va a recordar todas mis palabras. … En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Defensor no vendrá a ustedes. Pero si me voy se lo mandaré. Cuando él venga, rebatirá las mentiras del mundo…. Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no pueden entenderlas ahora. Pero cuando Él venga, el Espíritu de la Verdad, los introducirá en la verdad total".

Estos son fragmentos del Evangelio de San Juan, capítulos 14, 15 y 16. Si quieres saber más sobre las últimas promesas y más profundas revelaciones de Jesús, lee con atención y mucha fe, esta parte del evangelio. Desde que éramos niños, en el catecismo aprendimos que "el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es esta la más profunda de las verdades de fe: habiendo un solo Dios, existen en Él tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Verdad que Jesús nos ha revelado en su Evangelio. El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal .




La venidad del Espiritu Santo, Cristo prometio este Espiritu de Verdad


El Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, es Dios. Verdadero Dios como lo son el Padre y el Hijo. Es el Amor del Padre y el Hijo.


Cristo prometió que este Espíritu de Verdad iba a venir y moraría dentro de nosotros. "Yo rogaré al Padre y les dará otro Intercesor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes saben que él permanece con ustedes, y estará en ustedes" (Jn 14, 16-17)El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés y nunca se ausentará. Cincuenta días después de la Pascua, el Domingo de Pentecostés, los Apóstoles fueron transformados de hombres débiles y tímidos en valientes proclamadores de la fe; los necesitaba Cristo para difundir su Evangelio por el mundo.


El Espíritu Santo está presente de modo especial en la Iglesia, comunidad de quienes creen en Cristo como el Señor. Ayuda a su iglesia a que continúe la obra de Cristo en el mundo. Su presencia da gracia a los fieles para unirse más a Dios y entre sí en amor sincero, cumpliendo sus deberes con Dios y los demás. La gracia y vida divina que prodiga hacen a la Iglesia ser mucho más grata a Dios; la hace crecer con el poder del Evangelio; la renueva con sus dones y la lleva a unión perfecta con Jesús.El Espíritu Santo guía al Papa, a los obispos y a los presbíteros de la Iglesia en su tarea de enseñar la doctrina cristiana, dirigir almas y dar al pueblo la gracia de Dios por medio de los Sacramentos. Orienta toda la obra de Cristo en la Iglesia: solicitud por los enfermos, enseñar a los niños, preparación de la juventud, consolar a los afligidos, socorrer a los necesitados.


Es nuestro deber honrar al Espíritu Santo amándole por ser nuestro Dios y dejarnos dócilmente guiar por Él en nuestras vidas. San Pablo nos lo recuerda diciendo: "¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?"(1 Cor 3, 16).Conscientes de que el Espíritu Santo esta siempre con nosotros, mientras vivamos en estado de gracia santificante, debemos pedirle con frecuencia la luz y fortaleza necesarias para llevar una vida santa y salvar nuestra alma.

Que es el cristianismo? Los que siguen a Jesucrito y creen en el

El cristianismo es una religión monoteísta de origen judío que se basa en el reconocimiento de Jesús de Nazaret como su fundador y figura central. Sus seguidores creen que Jesús es el hijo de Dios y el Mesías (o Cristo) profetizado en el Antiguo Testamento, muriendo por los pecados del género humano, resucitando luego de ello.

Dentro de sus escritos sagrados, comparte con el judaísmo el Tanaj, llamado Antiguo Testamento por los cristianos. Por este motivo es considerada una religión abrahámica junto al Judaísmo y al Islam.

Sus inicios datan del año aproximadamente, cuando era considerada una secta judía al igual que otras creencias de la época. Desde que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano en el siglo IV, ha influído de manera significativa en la cultura occidental y en muchas otras culturas a través del mundo. En la actualidad posee más de 2.100 millones de adherentes, o cerca de un tercio de la población mundial, siendo la religión con más seguidores del mundo.

La palabra "cristianismo" proviene del griego χριστιανους, christianóus, ‘cristiano’, la cual a su vez proviene del nombre propio Χριστός, Christós, traducción del hebreo "Mesías" que significa "Ungido". El origen del término se indica en el libro de Hechos de los Apóstoles:

«Después de esto, Bernabé fue a Tarso a buscar a Saulo, y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron con la iglesia un año entero, enseñando a mucha gente. Fue en Antioquía donde por primera vez se les dio a los discípulos el nombre de cristianos»
Hechos 11:25-26.

Cristianismo" es la doctrina y el modo de vida de los que creen en Cristo, tal y como fue predicado desde los primeros tiempos de la Iglesia. A lo largo del tiempo cuando de la iglesia única se separaban grupos con su particular interpretación de la Biblia y las enseñanzas de Jesús, se les fueron dando nombres que los relacionaban con su fundador o sus enseñanzas.

Por ejemplo, los montanistas (siglo II), por su líder Montano, los arrianos (siglo IV), por Arrio de Alejandría, los maniqueos (siglo III y IV), por Mani, los docetistas (S.I) por su enseñanza de que la carne de Jesús no era real sino aparente ("dokesis" quiere decir en griego "apariencia").

Posteriormente los luteranos en el S. XVI, por seguir las tesis de Lutero, los calvinistas por Calvino, los presbiterianos por su forma de gobierno eclesial que se funda en un consejo de ancianos (presbíteros), los metodistas del S. XVIII, por el apodo que les pusieron gracias a su vida "metódica", los bautistas desde el S. XVI por su énfasis en el rebautismo o el bautismo sólo de los adultos. Los pentecostales de principios del S. XX, por su énfasis en la recepción del Espíritu Santo y sus dones como en Pentecostés.

Desde los luteranos hasta ahora se conoce a los grupos que han surgido de la Reforma del siglo XVI o se nutren de sus ideas genéricamente como "evangélicos", que quiere decir "lo que tiene que ver con el evangelio". De San Francisco de Asís se decía que era el "hombre evangélico" por vivir según el evangelio. Se dice que una persona o institución es más o menos evangélica cuanto más se inspira en el espíritu de los evangelios. De tal manera que este no es un nombre de un grupo en particular sino un adjetivo que puede ser utilizado sin temor en nuestros medios católicos. No obstante los grupos protestantes lo utilizan porque dicen que sus enseñanzas y costumbres se basan sólo en los evangelios.

Enciclopedia de apoyo: http://www.es.wikipedia.org/

Los milagros de Jesucristo


El día de Pentecostés, después de haber recibido la luz y el poder del Espíritu Santo, Pedro da un franco y valiente testimonio de Cristo crucificado y resucitado: “Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales…; a éste…, después de fijarlo (en la cruz)…, le disteis muerte. Al cual Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte” (Act 2, 22-24).

Los Evangelios sinópticos y el de S. Juan narran más de 30 de estos “milagros, prodigios y señales” de Jesús, que suelen distribuirse hoy día en dos grandes grupos: 1) milagros con respecto a seres humanos, o sea, curaciones (de posesos, ciegos, paralíticos, leprosos, etc.) y resurrecciones de muertos; y 2) milagros sobre la naturaleza.

La crítica y la investigación bíblica acerca de los milagros de Jesús ha centrado su atención en tres aspectos del tema: histórico, literario, y teológico. Estos tres aspectos plantean y responden a tres preguntas metodológicas: 1) ¿Hubo realmente milagros en la vida de Jesús?; 2) En caso positivo, ¿son reconocibles a través de los relatos evangélicos llegados hasta nosotros?; 3) ¿Qué significado poseen los milagros del Señor? La primera cuestión ha sido planteada por la crítica racionalista. Ante ella podemos afirmar que la ciencia histórica permite concluir con seguridad que Jesús obró milagros. Respecto a la segunda pregunta también ha sido respondida afirmativamente.


En efecto, no ha sido una forma (literaria) preexistente la que ha originado la situación, sino que ha sido, un tipo de acontecimientos maravillosos los que han llevado a usar y quizá también a crear esta forma de relatos. Y por último, el estudio del significado teológico de los milagros nos los descubre como parte esencial de la Revelación al tener como fuente última la Resurreción de Jesucristo.

Testimonio de Vida y de FE, Pon tu confianza en Cristo y Veras como pronte viviras y seras mas libre

Testimonio real de Tony Meledez que al ver al Papa Juan Pablo II se inspiro a vivir nuevamente, el no tiene manos, y con sus pies logra tocar la guitarra y usa sus canciones para alabar y bendecir al Señor, el es un testimonio vivo de que con fe lo podemos lograr, podemos hacer grandes cosar y logra mucho, siempre y cuando no los popondramos, el querer es poder y el sentirnos especiales, de que si vivimos es por algo, que tenemos que hacer y vivir para cumplir el porque vivimos, debemos descubrir cada uno de nosotros el motivo por el cual vivimos y nos mueve en nuestra vida diaria, buscar nuestra felicidad es parte de nuestra mision, y si encontramos en Dios eso y ponemos nuestra fe en el y nuestra confiaza seguramente podremos trabajar y vivir mejor pues Cristo nos iluminara en nuestro caminar.

No tenemos por que sentirnos solos y desauseados, sin un porque vivir, simplemente exitiendo y sobreviviendo como todos. Te invite a que busques en Cristo tu mision tu vocacion y que sea el, el motivo por el cual te mueves en tu vida diaria y veras que pronto como van a ir cambiando las cosas y veras con alegria tu vida y el dia que inicia, por eso vivir el dia como si fuera el primero de nuestras vidas, adelante y mira siempre hacia arriba pues somos hijos de Dios y el mismo ha venido a darnos vida en su Hijo Jesucrito...

Escucha musica: www.catolicos.com/musicacatolicaespanolindice.htm



¿Qué es Pentecostés? La venida del Espiritu Santo


"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados. . . " (Jn 20,21) Pentecostés, cincuenta días después de la fiesta pascual, cincuenta días de espera que se hacía cada vez más intensa a partir, sobre todo, del día de la Ascensión. Ha sido un período de preparación al gran acontecimiento de la venida del Paráclito. El día de Pentecostés, se rememora ese momento en que se inicia la gran singladura de conducir a todos los hombres a la vida eterna, actualizar en cada uno los méritos de la Redención.


En efecto, con su venida, los apóstoles recuperan las fuerzas perdidas, renuevan la ilusión y el entusiasmo, aumentan el valor y el coraje para dar testimonio ante todo el mundo de su fe en Cristo Jesús. Hasta ese momento siguen con las puertas atrancadas por miedo a los judíos. Desde que el Espíritu descendió sobre ellos las puertas quedaron abiertas, cayó la mordaza del miedo y del respeto humano. Ante toda Jerusalén primero, proclamaron que Jesús había muerto por la salvación de todos, y también que había resucitado y había sido glorificado, que sólo en Él estaba la redención del mundo entero. Fue el primer atrevimiento que pronto suscitaría una persecución que hoy, después de veinte siglos, todavía sigue en pie de guerra.


Porque hemos de reconocer que las insidias de los enemigos de Cristo y de su Iglesia no han cesado. Unas veces de forma abierta y frontal, imponiendo el silencio con la violencia. Otras veces el ataque es tangencial, solapado y ladino. La sonrisa maliciosa, la adulación infame, la indiferencia que corroe, la corrupción de la familia, la degradación del sexo, la orquesta- ción a escala internacional de campanas contra el Papa.Las fuerzas del mal no descansan, los hijos de las tinieblas continúan con denuedo su afán demoledor de cuanto anunció Jesucristo.


Lo peor es que hay muchos ingenuos que no lo quieren ver, que no saben descubrir detrás de lo que parece inofensivo, los signos de los tiempos dicen a veces, la ofensiva feroz del que como león rugiente merodea a la busca de quien devorar.Pero Dios puede más. El Espíritu no deja de latir sobre las aguas del mundo. La fuerza de su viento sigue empujando la barca de Pedro, las velas multicolores de todos los creyentes.


De una parte, por la efusión y la potencia del Espíritu Santo, los pecados nos son perdonados en el bautismo y en la penitencia. Por otra parte, el Paráclito nos ilumina, nos consuela, nos transforma, nos lanza como brasas encendidas en el mundo apagado y frío. Por eso, a pesar de todo, la aventura de amar y redimir, como lo hizo Cristo, sigue siendo una realidad palpitante y gozosa, una llamada urgente a todos los hombres, para que prendan el fuego de Dios en el universo entero. El Espíritu Santo, que Dios había prometido a los profetas para cambiar el corazón de los hombres, ha llegado.


Ahora conocemos a fondo a Jesús y nuestra conducta cambia. Ahora no sólo hablamos de Jesús sino que obramos como Jesús. Hemos sido transfiormados, conocemos la voluntad de Dios y poseemos la fuerza para dar testimonio del Evangelio. Tenemos una misión que cumplir en el mundo y contamos con la fuerza suficiente para llevarla a cabo. El Espíritu Santo es el amor que nos estrecha con el Padre, con Jesucristo y entre nosotros. Ya no caben aislamientos, segregaciones, sino comunión en el amor. No divisiones,sino unidad.


San Agustín nos recuerda que «cada uno de nosotros puede saber cuánto posee del Espíritu de Dios, según el amor que siente por la Iglesia». Aún con lodo, nuestro poseer el Espíritu Santo no es tanto una realidad acabada, cuanto una semilla en evolución que alcanzará su plena madurez cuando seamos definitivamente transformados en Cristo.El Señor dijo a los discípulos: Id y y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo Y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.


Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.


Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés,con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios.


Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de la alto.Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.


El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.