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Los milagros de Jesucristo


El día de Pentecostés, después de haber recibido la luz y el poder del Espíritu Santo, Pedro da un franco y valiente testimonio de Cristo crucificado y resucitado: “Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales…; a éste…, después de fijarlo (en la cruz)…, le disteis muerte. Al cual Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte” (Act 2, 22-24).

Los Evangelios sinópticos y el de S. Juan narran más de 30 de estos “milagros, prodigios y señales” de Jesús, que suelen distribuirse hoy día en dos grandes grupos: 1) milagros con respecto a seres humanos, o sea, curaciones (de posesos, ciegos, paralíticos, leprosos, etc.) y resurrecciones de muertos; y 2) milagros sobre la naturaleza.

La crítica y la investigación bíblica acerca de los milagros de Jesús ha centrado su atención en tres aspectos del tema: histórico, literario, y teológico. Estos tres aspectos plantean y responden a tres preguntas metodológicas: 1) ¿Hubo realmente milagros en la vida de Jesús?; 2) En caso positivo, ¿son reconocibles a través de los relatos evangélicos llegados hasta nosotros?; 3) ¿Qué significado poseen los milagros del Señor? La primera cuestión ha sido planteada por la crítica racionalista. Ante ella podemos afirmar que la ciencia histórica permite concluir con seguridad que Jesús obró milagros. Respecto a la segunda pregunta también ha sido respondida afirmativamente.


En efecto, no ha sido una forma (literaria) preexistente la que ha originado la situación, sino que ha sido, un tipo de acontecimientos maravillosos los que han llevado a usar y quizá también a crear esta forma de relatos. Y por último, el estudio del significado teológico de los milagros nos los descubre como parte esencial de la Revelación al tener como fuente última la Resurreción de Jesucristo.

Testimonio de Vida y de FE, Pon tu confianza en Cristo y Veras como pronte viviras y seras mas libre

Testimonio real de Tony Meledez que al ver al Papa Juan Pablo II se inspiro a vivir nuevamente, el no tiene manos, y con sus pies logra tocar la guitarra y usa sus canciones para alabar y bendecir al Señor, el es un testimonio vivo de que con fe lo podemos lograr, podemos hacer grandes cosar y logra mucho, siempre y cuando no los popondramos, el querer es poder y el sentirnos especiales, de que si vivimos es por algo, que tenemos que hacer y vivir para cumplir el porque vivimos, debemos descubrir cada uno de nosotros el motivo por el cual vivimos y nos mueve en nuestra vida diaria, buscar nuestra felicidad es parte de nuestra mision, y si encontramos en Dios eso y ponemos nuestra fe en el y nuestra confiaza seguramente podremos trabajar y vivir mejor pues Cristo nos iluminara en nuestro caminar.

No tenemos por que sentirnos solos y desauseados, sin un porque vivir, simplemente exitiendo y sobreviviendo como todos. Te invite a que busques en Cristo tu mision tu vocacion y que sea el, el motivo por el cual te mueves en tu vida diaria y veras que pronto como van a ir cambiando las cosas y veras con alegria tu vida y el dia que inicia, por eso vivir el dia como si fuera el primero de nuestras vidas, adelante y mira siempre hacia arriba pues somos hijos de Dios y el mismo ha venido a darnos vida en su Hijo Jesucrito...

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¿Qué es Pentecostés? La venida del Espiritu Santo


"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados. . . " (Jn 20,21) Pentecostés, cincuenta días después de la fiesta pascual, cincuenta días de espera que se hacía cada vez más intensa a partir, sobre todo, del día de la Ascensión. Ha sido un período de preparación al gran acontecimiento de la venida del Paráclito. El día de Pentecostés, se rememora ese momento en que se inicia la gran singladura de conducir a todos los hombres a la vida eterna, actualizar en cada uno los méritos de la Redención.


En efecto, con su venida, los apóstoles recuperan las fuerzas perdidas, renuevan la ilusión y el entusiasmo, aumentan el valor y el coraje para dar testimonio ante todo el mundo de su fe en Cristo Jesús. Hasta ese momento siguen con las puertas atrancadas por miedo a los judíos. Desde que el Espíritu descendió sobre ellos las puertas quedaron abiertas, cayó la mordaza del miedo y del respeto humano. Ante toda Jerusalén primero, proclamaron que Jesús había muerto por la salvación de todos, y también que había resucitado y había sido glorificado, que sólo en Él estaba la redención del mundo entero. Fue el primer atrevimiento que pronto suscitaría una persecución que hoy, después de veinte siglos, todavía sigue en pie de guerra.


Porque hemos de reconocer que las insidias de los enemigos de Cristo y de su Iglesia no han cesado. Unas veces de forma abierta y frontal, imponiendo el silencio con la violencia. Otras veces el ataque es tangencial, solapado y ladino. La sonrisa maliciosa, la adulación infame, la indiferencia que corroe, la corrupción de la familia, la degradación del sexo, la orquesta- ción a escala internacional de campanas contra el Papa.Las fuerzas del mal no descansan, los hijos de las tinieblas continúan con denuedo su afán demoledor de cuanto anunció Jesucristo.


Lo peor es que hay muchos ingenuos que no lo quieren ver, que no saben descubrir detrás de lo que parece inofensivo, los signos de los tiempos dicen a veces, la ofensiva feroz del que como león rugiente merodea a la busca de quien devorar.Pero Dios puede más. El Espíritu no deja de latir sobre las aguas del mundo. La fuerza de su viento sigue empujando la barca de Pedro, las velas multicolores de todos los creyentes.


De una parte, por la efusión y la potencia del Espíritu Santo, los pecados nos son perdonados en el bautismo y en la penitencia. Por otra parte, el Paráclito nos ilumina, nos consuela, nos transforma, nos lanza como brasas encendidas en el mundo apagado y frío. Por eso, a pesar de todo, la aventura de amar y redimir, como lo hizo Cristo, sigue siendo una realidad palpitante y gozosa, una llamada urgente a todos los hombres, para que prendan el fuego de Dios en el universo entero. El Espíritu Santo, que Dios había prometido a los profetas para cambiar el corazón de los hombres, ha llegado.


Ahora conocemos a fondo a Jesús y nuestra conducta cambia. Ahora no sólo hablamos de Jesús sino que obramos como Jesús. Hemos sido transfiormados, conocemos la voluntad de Dios y poseemos la fuerza para dar testimonio del Evangelio. Tenemos una misión que cumplir en el mundo y contamos con la fuerza suficiente para llevarla a cabo. El Espíritu Santo es el amor que nos estrecha con el Padre, con Jesucristo y entre nosotros. Ya no caben aislamientos, segregaciones, sino comunión en el amor. No divisiones,sino unidad.


San Agustín nos recuerda que «cada uno de nosotros puede saber cuánto posee del Espíritu de Dios, según el amor que siente por la Iglesia». Aún con lodo, nuestro poseer el Espíritu Santo no es tanto una realidad acabada, cuanto una semilla en evolución que alcanzará su plena madurez cuando seamos definitivamente transformados en Cristo.El Señor dijo a los discípulos: Id y y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo Y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.


Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.


Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés,con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios.


Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de la alto.Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.


El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.

¿PORQUE EL SEÑOR JESUCRISTO RESUCITO?


PORQUE EL SEÑOR JESUCRISTO RESUCITO?

Hay varias razones:
PRIMERA RAZON:
La razón en la historia, el Señor cuando resucito mostró. En Mateo 28:2-15
Ante la tumba había una piedra; el motivo o la razón de moverla no era para que saliera el Señor Jesucristo, sino para que otros vieran. Después el Señor Jesucristo se manifestó diez y siete veces a más o menos a quinientas personas. Y el último a Juan su discípulo, se le mostró y le dijo que escribiera el libro de Apocalipsis.

SEGUNDA RAZON:
La tumba vacía.
Hay varias enseñanzas.
Se robaron el cuerpo del Señor Jesucristo, pero los discípulos decían que no había razón para robárselo; pero los enemigos del Señor Jesucristo, si pensaban decirlo así.
Pero se piensa que antes de que lo anunciaran o dijeran, El Señor Jesucristo, su cuerpo lo mostró. Y esa tumba vacía, y la resurrección silenciosa del Señor Jesucristo, es una prueba.

TERCERA RAZON:
Dentro del evangelio, todo lo que se habla del Señor Jesucristo, lo prueba. A los discípulos hasta que El muere, y aguantaron la persecución y así siguieron los testimonios.

CUARTA RAZON:
Después de su resurrección se vio un gran cambio para los discípulos. Antes de su resurrección, los discípulos se escondieron, pero en su resurrección tomaron valor. Se alegraron de ver al Señor Jesucristo y se fortalecieron.

QUINTA RAZON:
Después de su resurrección, los discípulos tuvieron experiencia del poder de Dios. Si leemos en el libro de Hechos, vemos el trabajo del Espíritu Santo, no de los discípulos. Los de Judea al ir al culto, al creer en el Señor Jesucristo, a través del poder Espíritu Santo, cambiaron. Así como dijo el profeta el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos. Muchas sanidades supernaturales. Para Ananias y Safira, vino la justicia de Dios. Después Pablo de una manera supernatural, Dios se le mostró o manifestó. Con el evangelio muestra que es verdadero. Si el Cristo de la muerte a vida, si no fuera así, seria que Hechos no tuviera significado.

SEXTA RAZON:
El día de Pentecostés.
El Señor Jesucristo, de la muerte, al tercer día resucito. Pedro después de cincuenta días, le pidió del poder del Espíritu Santo. En el día de Pentecostés, la resurrección de Jesús, predico a muchas personas. En ese tiempo no estaban opuestos, al contrario tres mil personas fueron salvas; esas personas creyeron y fueron salvas.
Salmo 16:10-11

SEPTIMA RAZON:
Eligio el día domingo para alabar al Señor Jesús. El primer día todos se juntaron e hicieron culto y Santa cena y se juntaron las ofrendas. Hechos 20:7 y l de Corintios 16:2

OCTAVA RAZON:
Empieza la Iglesia.
En el día de Pentecostés, a través del Señor Jesucristo se empezó la Iglesia.

NOVENA RAZON:
La resurrección en cuerpo. (Cuerpo resucitado) l de Corintios 15:12-50
Nos habla de la resurrección del cuerpo. Significa que en la tumba dejo su cuerpo. Se parece, pero es nuevo cuerpo.
Hay algunos significados; se pueden ver algunos significados muy importantes. Los discípulos primero al ver que había resucitado en cuerpo, ellos no creían; pero el Señor Jesucristo se les mostró varias veces y comprueba que había resucitado en cuerpo; y lo mostró.

DECIMA RAZON:
El Señor Jesús, su cuerpo resucitado y el cuerpo que dejo en la tumba coincidió. Es igual.
Juan 20:25-29
Salmo 22:16
Zacarías 12:10
La prueba en las manos, en los pies, el agujero de los clavos quedó en El.

DECIMA PRIMERA RAZON:
Cuando en la cruz, en un costado también tenía la herida, y esa también quedo para mostrar.

DECIMA SEGUNDA RAZON:
El Señor Jesucristo. Al mostrárseles a sus discípulos, ellos inmediatamente supieron que era el Señor Jesús
Por ejemplo:
Maria Magdalena
Juan 20:16
Ella lloraba, y no sabía que era El. Pero al escuchar su voz supo que era el Señor Jesús.

DECIMA TERCERA RAZON:
El cuerpo resucitado y el cuerpo de la tumba son uno.
En el segundo piso los discípulos estaban comiendo y se les mostró ahí a sus discípulos. La razón no era solo espiritual, sino que también tenia cuerpo. (Lo muestra).
Lucas 24:41-43

DECIMA CUARTA RAZON:
Pudieron tocarle el cuerpo.
Mateo 28:9
Lucas 24:39
Juan 20:17

DECIMA QUINTARAZON:
El cuerpo del Señor Jesús, hasta ahora con sus propios ojos lo vieron.
Juan 20:20
Los discípulos, al verlo se alegraron; es por eso que lo vieron con sus propios ojos.

DECIMA SEXTA RAZON:
El Señor Jesucristo en cuerpo.
Comprueba que tiene cuerpo, aliento y fuerza.

DECIMA SEPTIMA RAZON:
El Señor Jesucristo: Yo soy carne y huesos
Lucas 24:39-40
Nos enseña que no solo es espiritual.

DECIMAOCTAVA RAZON:
El cuerpo del Señor Jesucristo, cambio. Fue nuevo, tenía nueva vida. Por eso también se piensa que Maria Magdalena no sabía. Con la resurrección, el Señor Jesucristo no tenia lugar, ni limite.

DECIMA NOVENA RAZON:
No tenia limite físico.
Lucas 24:36
Juan 20:19
El Señor Jesucristo, el resucitar; cuando quería, El se aparecía.
Lucas 24:15
Dentro de la Biblia, la resurrección en cuerpo, no era necesario comida o descansar..
Si no comía, estaba bien. Si no descansaba, estaba bien; no hay nada de esto escrito en la Biblia, por eso es que fue la resurrección en cuerpo.

VEINTEAVA RAZON:
La resurrección del Señor Jesucristo, tuvo Gloria.
Hechos 7:56
Hechos 9:3-6
Apocalipsis 1:12-20

La institución de la Eucaristía, la ultima cena

La Santa Misa es la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26)

Jesús lo deseo así, como en su última Cena con sus discípulos, nosotros también nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19). Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento.

Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: Esto como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió El mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).

Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Por esto la Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua. Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28)

El estupor, la sorpresa, la admiración de un Dios que ama a los hombres y se hace hombre como ellos al enviarnos a su Hijo Jesucristo, llega a su punto culminante en el Sacramento de la Eucaristía. Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. El amor de Cristo a los hombres crecía y crecía medida que los entendía en su indigencia y en su necesidad. Y llegó el momento de gran tensión, pues quería quedarse con los suyos, con los que el Padre le había confiado.

Pero también quería irse, debía marcharse, porque como Cabeza de la humanidad, tendría que estar cerca de su Padre, encabezando la procesión hasta que toda la humanidad pudiera estar con él, con el Padre y con el Espíritu Santo.Nuestra capacidad humana no alcanza a comprender la grandeza de un Dios, creador del Universo entero, que quiere quedarse para siempre con los hombres, y decide meterse en la humildad de un poco de pan y de vino para ser el PAN DE VIDA, y la alegría de los hombres. El quería quedarse para siempre con los suyos, como la gallina quiere retener a sus polluelos bajo sus alas, y como podía hacerlo, se quedó para siempre con ellos.

¿Verdaderamente resusitó Jesucristo?


¿Verdaderamente resucitó Jesucristo?
Entre uno de los rasgos característicos de la figura de Jesucristo, que contrasta tremendamente con su condición divina, fue la humillación extrema que sufrió en la hora de su muerte. Una paradoja absoluta. El que ha manifestado ser el propio Hijo de Dios, aquel que reunía a las multitudes y arrastraba tras sí a los discípulos, muere solo, abandonado e incluso negado y traicionado por los suyos.
También este rasgo es único: es el único Dios humillado de la historia. Además, va a la muerte como al núcleo principal de su misión. Y el Evangelio ve en la cruz el lugar en que resplandece la gloria del amor divino.
Los evangelios narran, por otra parte, las dificultades que experimentó, incluso con sus propios discípulos, para lograr que sus contemporáneos aceptaran la idea de un mesianismo espiritual cuya realización pasaría, no por un triunfo político, sino por un abismo de sufrimiento, como preludio al surgir de un mundo nuevo, el de la Resurrección.
Y la descripción de la figura de Cristo en los evangelios concluye con otro rasgo singular: el testimonio de su resurrección de entre los muertos. No hay ningún otro hombre del que se haya afirmado seriamente algo semejante.
La muerte de Jesucristo y la causa de su condena, son dos hechos materialmente inscritos en la historia, y que, como después veremos, nadie ya se atreve a negar: Jesucristo fue históricamente crucificado bajo Poncio Pilato a causa de su reivindicación divina.
El hecho de su resurrección, sin embargo, sí es negado por algunas personas, que afirman que no se trata de algo empíricamente comprobable, y que por tanto sus apariciones después de muerto tendrían que deberse a una ilusión óptica, una sugestión o algún tipo de alucinación, producida sin duda por su deseo de que resucitara.
Considero muy creíble que Dios, si realmente es Dios, haga cosas extraordinarias si lo considera necesario. Lo que me sorprender es la capacidad de algunos creyentes para aceptar explicaciones mucho más difíciles de creer que un milagro: cualquier cosa, todo, antes que admitir que Dios pueda hacer algo que se salga de lo ordinario.
Algunos explican la Resurrección hablando de ilusiones ópticas, y habría que recordarles quizá que la reacción de los discípulos ante las primeras noticias de la resurrección de Cristo fue inicialmente escéptica (estaban sombríos y abatidos, y aquel primer anuncio les pareció un desatino), y difícilmente se producen sugestiones, alucinaciones o ilusiones ópticas (y menos aún si tienen que ser colectivas) entre personas en actitud escéptica. Además, tampoco se explicaría por qué esas sugestiones sólo duraron cuarenta días, hasta la Ascensión, y después ya nadie volvió a tenerlas.
Los guardias que custodiaban el sepulcro dijeron -y después lo han repetido muchos otros- que los discípulos robaron el cuerpo mientras ellos dormían: curioso testimonio el de unos testigos dormidos, y poco concluyente para intentar rebatir algo que -durante su supuesto sueño- les fue imposible presenciar.
Sin embargo, el testimonio de la Resurrección dado por los apóstoles y por los primeros discípulos satisface plenamente las exigencias del método científico. Es de destacar, sobre todo, el asombroso comportamiento de los discípulos al comprobar la realidad de la noticia por las múltiples apariciones de Jesucristo.
Si esas apariciones no fueran reales, no se explicaría que esos hombres que habían sido cobardes y habían huido asustados ante el prendimiento de su maestro, a los pocos días estén proclamando su Resurrección, sin miedo a ser perseguidos, encarcelados y finalmente ejecutados, afirmando repetidamente que no pueden dejar de decir lo que han visto y oído: el milagro portentoso de la Resurrección, del que habían sido testigos por aquellas apariciones, y que había transformado sus vidas.
La historicidad es de tal índole que la única explicación plausible del origen y del éxito de esa afirmación es que se trate de un acontecimiento real e histórico.
Por otra parte, el testimonio de los evangelios sobre la resurrección de Jesucristo es masivo y universal: todo el conjunto del Nuevo Testamento sería impensable y contradictorio si el portador y el objeto de su mensaje hubiese terminado simplemente con el fracaso de su muerte infamante en una cruz.