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¿Jesus es Dios? Biblicamente Hablando

Jesús habla de su cualidades extra-ordinarias o sobrenaturales, citadas en los evangelios, y dichas por el mismo..
"En el principio era la palabra... y la Palabra era Dios" (Jn. 1,1) ; 
"Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn. 10, 30) ; 
"Antes de que abraham existiera, Yo Soy" (Jn 9,58) ;
"Soy luz del mundo" (Jn 9,5) ;
"Os digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo Soy"  (Jn 13,19) ;
"Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabran que Yo Soy" (Jn 6,28) ;
"¿No crees que estoy en el Padre y que el Padre esta en Mi? (Jn 14,10) ;
"Yo soy la resurreccion. El que cree en mi, aunque muera, vivira" (Jn 11,25) ;

Jesús es enjuiciado por llamarse Hijo de Dios: "Yo soy el Hijo de Dios" (Jn 10,36) ; (Mt 26,63)




La verdad de Jesuscristo


El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10)."El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "El se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5): CIC457


Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, or. catech. 15).


"En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dio s al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).


Cristo es verdadero hombre. ¡Qué importante es aplicar esta verdad a nuestra vida! Él me acompaña en los momentos más alegres de la vida, como en la boda de Cana o en la fiesta que organizó el fariseo. Intuye mi dolor, como lo hizo con la madre viuda que había perdido su hijo. Llora con mis tristezas, como lloró la muerte de Lázaro. Entiende mis tentaciones, pues él las experimentó en el desierto. Comprende mi rebeldía ante la voluntad del Padre, ya que él también experimentó en Getsemaní lo duro de los planes del Padre. Me alienta ante los sentimientos de soledad afectiva, pues en la cruz él supo lo que significa sentirse abandonado del amor del Padre. En verdad, ¡qué paz, serenidad y felicidad alcanzará nuestra conciencia si tenemos presente que Jesucristo es hombre como y con nosotros! Eso sí, excepto en el pecado.


Cristo se presenta con un rostro doliente y a la vez con un rostro resucitado. Esta doble característica comporta una especial importancia para la vida. "Para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el rostro del hombre, sino cargarse incluso del ´rostro´ del pecado" (n.25). Esta expresión del Papa es verdaderamente fuerte.


Jesucristo no tuvo pecado, pero experimentó el dolor del pecado, una experiencia que duró unos momentos para dar paso a la felicidad de la resurrección. De modo similar, en nuestra vida el pecado ofrece un placer pasajero pero el mal permanece; en cambio, un acto bueno exige un sacrificio pasajero pero el bien queda. Por lo tanto no tengamos miedo al sufrimiento que comporta la vida recta pues el dolor pasará pero el bien permanecerá. (P. Juan Carlos Ortega )




Los milagros de JesusCristo una llamada a la FE


Se ha estudiado que Cristo predica un nuevo Reino de Dios, que realiza y supera todas las esperanzas del pueblo elegido. Esta predicación queda ampliamente aclarada con los milagros. Los milagros son un anticipo de la salvación, además de una llamada a la fe. Por eso hay milagros que significan una clara salvación y redención de los tres males que esclavizan a los hombres: el demonio, el pecado y la muerte. Con los milagros, Jesús quiere dejar patente que ya ha llegado el Reino de Dios. En una ocasión dirá: «el Reino de Dios está dentro de vosotros» (Lc. 17, 21).


Los milagros son el lenguaje de Dios. La naturaleza habla de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios. Todo habla de Dios y de su esplendor de gloria. Pero el milagro tiene un lenguaje especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo Él puede emitir una palabra que vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla en Jesús con tantos milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran a esa grandeza. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva convivencia al quedar limpios.


En muchas ocasiones precede a los milagros la absolución de los pecados por Jesucristo. En el caso del paralítico de Cafarnaúm los escribas le criticaban diciendo dentro de sí: Este blasfema. Jesús les dijo: «¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados; o decir levántate y anda? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a casa. El levantándose, fuese a su casa» (Mt. 9, 4-7) En realidad todos los milagros están dirigidos a la superación del pecado, pues de poco sirve superar la enfermedad del cuerpo que acaba desapareciendo, si no se supera la enfermedad del alma que durará para siempre. El milagro físico, en el caso del paralítico de Cafarnaúm, es el signo de una acción más profunda: el perdón de Dios. Los escribas y fariseos no lo entendieron.


Jesús dará a conocer su mesianidad por medio de los milagros, pero cada milagro será un signo elocuente de lo que viene a traer al mundo: una felicidad nueva, traída por un amor generoso y fuerte, que llega de lo Alto.

La Cruz de Cristo, es la Señal del Cristiano

La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. Unos afirman que es un símbolo maldito; otros que no hubo tal cruz, sino que era un palo; para muchos el Cristo de la cruz es un Cristo impotente; hay quien enseña que Cristo no murió en la cruz. La cruz es símbolo de humillación, derrota y muerte para todos aquellos que ignoran el poder de Cristo para cambiar la humillación en exaltación, la derrota en victoria, la muerte en vida y la cruz en camino hacia la luz.

Jesús murió crucificado, y su cruz, juntamente con su sufrimiento, su sangre y su muerte, fueron el instrumento de salvación para todos nosotros. La cruz no es una vergüenza, sino un símbolo de gloria, primero para Cristo, y luego para los cristianos. «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos» (1Cor. 1, 23). Con estas palabras, el apóstol Pablo expresa el rechazo espontáneo de todo hombre frente a la cruz.

Buen cristiano es el discípulo de Cristo, que cree su doctrina y la practica. La señal del cristiano es la santa Cruz porque en ella murió Jesucristo Nuestro Señor para redimir a todos los hombres. Hacemos la señal de la Cruz para manifestar que somos cristianos, y para pedir a Jesucristo que nos ayude a ser buenos y nos libre de peligros.

La señal del cristiano sigue siendo la cruz, o, en otras palabras, el amor a los demás hasta el extremo de entregar la vida por ellos. Se configura así un cristianismo que está lejos de ser “light”. «Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y ¡muerte de cruz!» (Fil 2,8) Desde ese momento no se pudo separar el anuncio de Cristo del anuncio de la cruz, como lo asegura San Pablo: «Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1Cor 1,23-24). Y la cruz, que nos recuerda ese acto supremo de amor, pasó a ser objeto de gloria: «¡Lejos de mí gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!» (Gal 6,14). Así adquiere sentido la sentencia de Jesús: «El que no tome su cruz y venga tras de mí, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,27).

JESUCRISTO YO SOY EL CAMINO LA VERDAD Y LA VIDA


Jesucristo Dios, Camino, Verdad y Vida..

1. El ciclo de las catequesis sobre Jesucristo tiene como centro la realidad revelada del Dios)Hombre. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Esta es la realidad expresada coherentemente en la verdad de la unidad inseparable de la persona de Cristo. Sobre esta verdad no podemos tratar de modo desarticulado y, mucho menos, separando un aspecto del otro. Sin embargo, por el carácter analítico y progresivo del conocimiento humano y, también en parte, por el modo de proponer esta verdad, que encontramos en la fuente misma de la Revelación (ante todo la Sagrada Escritura), debemos intentar indicar aquí, en primer lugar, lo que demuestra la divinidad, y, por tanto, lo que demuestra la humanidad del único Cristo.

2. Jesucristo es verdadero Dios. Es Dios-Hijo, consubstancial al Padre (y al Espíritu Santo). En la expresión 'YO SOY', que Jesucristo utiliza al referirse a su propia persona, encontramos un eco del nombre con el cual Dios se ha manifestado a Sí mismo hablando a Moisés (Cfr. Ex. 3, 14). Ya que Cristo se aplica a Sí mismo aquel 'YO SOY' (Cfr. Jn 13, 19), hemos de recordar que este nombre define a Dios no solamente en cuanto Absoluto (Existencia en sí del Ser por Sí mismo), sino también como El que ha establecido a alianza con Abrahán y con su descendencia y que, en virtud de a alianza, envía a Moisés a liberar a Israel (es decir, a los descendientes de Abrahán) de la esclavitud de Egipto. Así pues, aquel 'YO SOY' contiene en sí también un significado sotereológico, habla del Dios de a alianza que está con el hombre (con Israel) para salvarlo. Indirectamente habla del Emmanuel (Cfr. Is 7, 14), el 'Dios con nosotros'.


3. El 'YO SOY' de Cristo (sobre todo en el Evangelio de Juan) debe entenderse del mismo modo. Sin duda indica la Preexistencia divina del Verbo) Hijo (hemos hablado de este tema en la catequesis precedente), pero al mismo tiempo, reclama el cumplimiento de la profecía de Isaías sobre el Emmanuel, el 'Dios con nosotros'. 'YO SOY' significa pues )tanto en el Evangelio de Juan como en los Evangelios sinópticos), también 'Yo estoy con vosotros' (Cfr. Mt 28, 20). 'Salí del Padre y vine al mundo' (Jn 16, 28), '...a buscar y salvar lo que estaba perdido' (Lc 19, 10). La verdad sobre la salvación (la sotereología), ya presente en el Antiguo Testamento mediante la revelación del nombre de Dios, se reafirma y expresa hasta el fondo por la autorrevelación de Dios en Jesucristo. Justamente en este sentido el Hijo del hombre es verdadero Dios, Hijo de la misma naturaleza del Padre que ha querido estar 'con nosotros' para salvarnos.

4. Hemos de tener constantemente presentes estas consideraciones preliminares cuando intentamos recabar del Evangelio todo lo que revela la Divinidad de Cristo. Algunos pasajes evangélicos importantes desde este punto de vista, son !os siguientes: ante todo, el último coloquio del Maestro con los Apóstoles, en la vigilia de la pasión, cuando habla de 'la casa del Padre', en la cual El va a prepararles un lugar (Cfr. Jn 14, 1-3). Respondiendo a Tomás que le preguntaba sobre el camino, Jesús dice: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida'. Jesús es el camino porque ninguno va al Padre sino por medio de El (Cfr. Jn 14, 6). Más aún: quien lo ve a El, ve al Padre (Cfr. Jn 14, 9). '¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?' (Jn 14,10). Es bastante fácil darse cuenta de que, en tal contexto, ese proclamarse 'verdad' y 'vida' equivale a referir a Sí mismo atributos propios del Ser divino: Ser- Verdad, Ser-Vida.


Al día siguiente Jesús dirá a Pilato: 'Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad' (Jn 18, 37). El testimonio de la verdad puede darlo el hombre, pero 'ser la verdad' es un atributo exclusivamente divino. Cuando Jesús, en cuanto verdadero hombre, da testimonio de la verdad, tal testimonio tiene su fuente en el hecho de que El mismo 'es la verdad' en la subsistente verdad de Dios: 'Yo soy... la verdad'. Por esto El puede decir también que es 'la luz del mundo', y así, quien lo sigue, 'no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida' (Cfr. Jn 8, 12).

5. Análogamente, todo esto es válido también para la otra palabra de Jesús: 'Yo soy... la vida' (Jn 14, 6). El hombre que es una criatura, puede 'tener vida', la puede incluso 'dar', de la misma manera que Cristo 'da' su vida para la salvación del mundo (Cfr. Mc 10, 45 y paralelos). Cuando Jesús habla de este 'dar la vida' se expresa como verdadero hombre. Pero El 'es la vida' porque es verdadero Dios. Lo afirma El mismo antes de resucitar a Lázaro, cuando dice a la hermana del difunto, Marta: 'Yo soy la resurrección y la vida' (Jn 11, 25). En la resurrección confirmará definitivamente que la vida que El tiene como Hijo del hombre no está sometida a la muerte. Por El es la vida, y, por tanto, es Dios. Siendo la Vida, El puede hacer partícipes de ésta a los demás: 'El que cree en mí, aunque muera vivirá' (Jn 11, 25). Cristo puede convertirse también (en la Eucaristía) en 'el pan de la vida' (Cfr. Jn 6, 35-48) 'el pan vivo bajado del cielo' (Jn 6, 51). También en este sentido Cristo se compara con la vid la cual vivifica los sarmientos que permanecen injertados en El (Cfr. Jn 15, 1), es decir, a todos los que forman parte de su Cuerpo místico.


6. A estas expresiones tan transparentes sobre el misterio de la Divinidad escondida en el 'Hijo del hombre', podemos añadir alguna otra, en la que el mismo concepto aparece revestido de imágenes que pertenecen ya al Antiguo Testamento y, especialmente, a los Profetas, y que Jesús atribuye a Sí mismo.

Este es el caso. por ejemplo de la imagen del Pastor. Es muy conocida la parábola del Buen Pastor en la que Jesús habla de Sí mismo y de su misión salvífica: 'Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas' (Jn 10, 11). En el libro de Ezequiel leemos: 'Porque así dice el Señor Yahvéh: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré... Yo mismo apacentaré a mis ovejas y yo mismo las llevaré a la majada.... buscaré la oveja perdida, traeré a la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma... apacentaré con justicia' (Ez 34, 11, 15)16). 'Rebaño mío, vosotros sois las ovejas de mi grey, y yo soy vuestro Dios' (Ez 34, 31). Una imagen parecida la encontramos también en Jeremías (Cfr. 23, 3).


7. Hablando de Sí mismo como del Buen Pastor, Cristo indica su misión redentora ('Doy la vida por las ovejas'); al mismo tiempo, dirigiéndose a los oyentes que conocían las profecías de Ezequiel y de Jeremías, indica con bastante claridad su identidad con Aquel que en el Antiguo Testamento había hablado de Sí mismo como de un Pastor diligente, declarando: 'Yo soy vuestro Dios' (Ez 34, 31).

En la enseñanza de los Profetas, el Dios de a antigua alianza se ha presentado también como el Esposo de Israel, su pueblo. 'Porque tu marido es tu Hacedor Yahvéh de los ejércitos es su nombre, y tu Redentor es el Santo de Israel' (Is 54, 5; Cfr. también Os 2, 21-22). Jesús hace referencia más de una vez a esta semejanza de sus enseñanzas (Cfr. Mc 2, 19-20 y paralelos; Mt 25,1-12; Lc 12, 36; también Jn 3, 27-29). Estas serán sucesivamente desarrolladas por San Pablo, que en sus Cartas presenta a Cristo como el Esposo de su Iglesia (Cfr. Ef 5, 25-29).


8. Todas estas expresiones, y otras similares, usadas por Jesús en sus enseñanzas, adquieren significado pleno si las releemos en el contexto de lo que El hacía y decía. Estas expresiones constituyen las 'unidades temáticas' que, en el ciclo de las presentes catequesis sobre Jesucristo, han de estar constantemente unidas al conjunto de las meditaciones sobre el Hombre-Dios.

Cristo: verdadero Dios y verdadero Hombre. 'YO SOY' como nombre de Dios indica la Esencia divina, cuyas propiedades o atributos son: la Verdad, la Luz, la Vida, y lo que se expresa también mediante las imágenes del Buen Pastor del Esposo. Aquel que dijo de Sí mismo: 'Yo soy el que soy' (Ex 3,14), se presentó también como el Dios de a alianza, como el Creador y, a la vez, el Redentor, como el Emmanuel: Dios que salva. Todo esto se confirma y actúa en la Encarnación de Jesucristo.